En cien años ya no te acordarás de ti.
Me están muriendo unas alas, solamente por quedar.
Y nos mueren unas alas de tierra, mira:
me están muriendo unas alas así,
y en cien años ya no sabrás de ti.
Cuando seas un silencio a la sombra
vientos luneros jugarán sus rayuelas
sobre la arena lacia y sin fin,
y habrán aún las gentes como aromas,
y habrán las rocas abriendo en la mar
tajos de espuma y añil.
Y vendrá todo.
Y pasará todo.
Y será bueno o será cruel
pero, en cien años, que más, que menos,
ya no te acordarás de ti,
de ellos, de todos, de nadie o de mi.
¿Quién a alguien no supo bien
y de su carne lo diría?
¿Quién más yo que yo
y aún ellos todos?
¿Y quién tiene absolutamente algo en los bolsillos del saco?
¿Quién sabe de la noche y del partir?
Pero me están enterrando unas alas negras.
Pero en cien años no me acordaré de mi.
Sígueme. Vamos, cae conmigo; remóntate náufrago lloroso;
hacia la oscuridad del génesis.
Pestañas y perlas, manos y ombligos,
tropiezos y llantos y barbas y pechos;
lo oscuro de tu génesis.
Lejos, al fondo largo de la sangre, al fin del hilo de sangre
tendido entre una fragorosa multitud de padres antiguos.
Cientos de bocas desde el tiempo te clavaron aquí;
muchos pechos en tu pecho se bañan,
cuando tu te precipitas
muchos velámenes se alzan.
Y tus padres brindan
y alzan y rezan en tu gesto.
Si. Oír.
Silencio. Silencio.
Un murmullo atraviesa la cintura de nuestros milenios.
Pero en cien años ya no te acordarás de ti.
Funeraria a toda luz, mi penumbra muy mía,
caminarás por la luna despierta
que te lame los pies y te imita la sombra

pero en cien años, que más, que menos,
ya no te acordarás de ti, de ellos,
de todos, de nadie o de mi.
Y así.
Y así naces y así mueres, así,
en ti mismo muchas veces.
Así, en breves sorbos
bebe la nunca muerte, echando a los hornos de la muerte
tus arcillas añosas, enhebrándolas sin fin
en ojos novedosos y nuevas bocas.
Y un día entre días
el hombre que se desgaja en hombre,
pregunta:
“tumba, si eres templo de gritos verticales
¿qué silencio se eriza en los dientes de tu morir?
Ajeno a mi y a ti y a todos y a ellos,
algo siempre querrá saber que morir no es muerte
ni es llanto su llanto ni tumba la tumba.
Y quiere correr los velos de la luz: partir.
Y desamordazar los cementerios: decir.
Y hacer silencio; silencio.
Silencio para oír el murmullo que sigue atravesando
la cintura de sus milenios
aunque en cien años ya no se acuerde de si
y florezcan sus alas negras
que le alarán el destino y la suerte
y ya está naciendo la muerte
y entre alas, las alas,
y en cien años y todo se va volando,
todo se va volando, todo cuanto fue puesto aquí.